Por Felipe Sandoval
Considero que la vida me ha tratado bien, pero no todo ha sido color de rosa. En mi vida han fracasado varias de mis empresas. Mi abuela murió en un accidente conmigo cuando yo sólo tenía 16 años. Han envenenado a mi perro. Me he quedado en mi cuenta de banco con 0 pesos e incluso, he tenido que pedir prestado. Y me han corrido de algún trabajo de un día para otro sin saber porqué.
Si tú crees que eres el único que tiene días de perro, estás equivocado. Me pasa a mí, a ti, a tu mejor amiga y hasta a tu abuelita. Hay días en que te sientes chinche, que no lograste lo que esperabas o que no vales nada. Pero te aseguro que no somos los únicos con graves problemas.
Si crees que tus problemas de hoy son más importantes que tus retos de mañana, también estás equivocado.
Hoy quizá reprobaste una materia, falleció un tío cercano por Covid, probablemente corrieron a tu mamá del trabajo. Pero mañana, puedes perder un hijo, puedes ser atropellado, tu mujer te puede cambiar por otro y no vas a lograr el ascenso que esperas.
La mayoría puede ver el fracaso como algo permanente y lo magnifica. Somos propensos a permitir que una derrota momentánea se convierta en una permanente fuente de desesperanza. Pero no es así. Existen cada vez más emociones fuera del control de nuestra vida y en quienes nos rodean. Y ciertamente esta epidemia, la incertidumbre y el futuro no se ven padres, no es así como que muy “cool”.
Pero si nos clavamos en ese “mood”, las preocupaciones se convierten en profecías que se auto cumplen y nos pueden empujar al desastre que nuestra mente predice. Ningún grado académico garantiza la preparación para los trastornos o las oportunidades que acarrea la vida. La lógica no puede funcionar como la base para decidir con quién casarte, en quién confiar, o qué trabajo aceptar. La razón sin sentimiento es ciega.
Ver este 2021 con esperanza es la clave, porque los sentimientos se contagian como si se tratara de un virus social. La esperanza es creer que tenemos la voluntad y también los medios para alcanzar nuestros objetivos. Las personas que abrigan esperanza muestran menos depresión, son menos ansiosas y tienen menos dificultades emocionales. La esperanza evita que caigamos en la apatía ante la adversidad.
Quisiera compartirte una historia. En 1905 nació un hombre en Viena que se convirtió en psiquiatra y que a los 37 años de edad llegó a un campo de concentración nazi, la historia más brutal que te puedas imaginar. El primer día que llegó al campo, vomitó; para la semana, sólo volteaba la cara ante el panorama y después de un mes, era “inmune” a la barbarie que vivía.
Imagina este escenario, si nuestro encierro ha sido difícil, en esas condiciones que te platico debe de haber sido de terror. El olor a muerte, la peste de gente sin bañar por meses, el frío insoportable cada noche y el dolor de ver a la gente, debe de haber sido catastrófico.
¿De dónde sacamos fuerza para sobreponernos, para mantenernos vivos en un campo de concentración, mientras que muchos sí se suicidan o simplemente se dejan morir?
Pues del mismo lugar que Viktor Frankl tomó fuerza para sobreponerse a ver a miles de niños desfilar hacia la cámara de gas. Al borde del dolor, en medio del campo de concentración, él imaginaba su futuro, pensaba en él dando clases, dictando conferencias, corriendo en el campo y abrazando a su familia.
Al hombre se le puede arrebatar todo, menos, la capacidad para elegir la actitud que adoptará hacia las circunstancias, a ver todo gris o verlo con esperanza. Así que ¿qué estamos esperando? Tú y yo debemos sacar esa fortaleza para afrontar los problemas con valentía. Pensemos que esto es momentáneo, tengamos un 2021 con esperanza, veamos nuestro futuro saliendo de la tormenta. Porque si Viktor pudo en un campo de concentración, tú y yo también podemos con esta pandemia. Porque el hombre que tiene un porqué, encuentra todos los cómos.