- A todos nos corresponde exigir un gobierno de altura.
No me gusta la política, me gusta el servicio público. Creo que el servicio público es un medio para poder generar mucho valor a la sociedad. Creo que cada hora de vida invertida en el sector público impacta más que como empresario. También creo que así como “de músico, poeta y loco todos tenemos un poco”, la política es parte de la locura del verso y todos lo llevamos dentro. En mi reflexión de la elección del 2021, para alcanzar el servicio público tenía que pasar por la política. En este caso por la contienda electoral. No hay camino fácil.
Mi papá odiaba la política, para él todos eran corruptos, transas y hacían acuerdos en lo oscurito.
Muchos ciudadanos piensan así y lamentablemente no están alejados de la realidad. Suerte para él que falleció antes de ver a su hijo participar en la contienda por San Andrés Cholula como candidato independiente. Hubiera tenido un conflicto emocional enorme. Sin embargo estoy seguro que – como siempre – al platicarle mi intención, me hubiera dicho: “tú aviéntate, yo te apoyo”. De hecho lo hizo, así lo sentí una tarde en que dudaba de la ruta que debía tomar.
Y no, no quería ser candidato. Y no, no quiero volver a serlo. Fueron las circunstancias de no encontrar a alguien que quisiera (porque hay muchos más capaces que yo) para asumir el reto. Y cierto, había detrás de mi un equipazo a quien siempre estaré agradecido. Nos tiramos a fondo. Logramos que cerca del 10% eligiera una alternativa independiente en uno de los mayores bastiones nacionales de votos del PAN y con la candidata consentida del gobernador por el lado de Morena. Hay una regidora independiente en San Andrés y por mil votos más tendríamos dos regidores.
Hoy quiero como ciudadano, al igual que muchos de ustedes, que aquellos que participan en la política tengan esa vocación de generar valor social de fondo, para que a todos nos vaya mejor.
Pero las ataduras y los compromisos limitan el actuar de quienes ganaron. Y claro, súmenle que los partidos no mandan precisamente a sus mejores cuadros, sino a quienes les toca, o a quienes como partido conviene, y no a quienes podrían tener un mayor impacto administrando la ciudad, como en el caso de San Andrés.
Así las cosas, pocos días después de la jornada acordé con Edmundo Tlatehui apoyar su gestión, me parecía absurdo adoptar una posición contraria. Le puse a su alcance todos los proyectos que habíamos propuesto, aún contra la opinión de gente cercana a mi propio equipo. “¿Por qué se los vas a dar? Porque no son míos, son de la gente que creyó en nosotros. No importa quien los haga, pero que se hagan”.
Iveth Hernández entró como regidora.
Dos cosas definimos como prioritarias. Primero que no le debíamos nada a Edmundo. Le debíamos a 1 de cada 10 ciudadanos que votaron y apostaron por alguien ciudadano, sin ataduras. A quienes creyeron en nuestras propuestas y en la capacidad para administrar mejor la ciudad. Incluso a muchos que en la urna dudaron y el miedo los hizo refugiarse en una marca conocida votando al final por el PAN para no “dividir el voto”. A ellos debíamos responder, no al Presidente. La segunda, que cuando las propuesta, planteamientos y búsqueda fueran en beneficio de los ciudadanos, tuvieran sustento y fueran de impacto, las apoyaríamos. Sin importar de quien fueran, ni color, ni persona. Por el contrario, votaríamos en contra siempre de las ocurrencias, caprichos, de lo mal hecho o por conveniencia política, aunque el voto de la regiduría independiente no cambiara el resultado. Así lo hemos hecho.
Iveth mantiene su cubrebocas y colores de la ola fosfo, y ya es una broma insinuarle que se quite el color y se “empanice” o se pinte de azul. Aún no entienden que “origen es destino”. Y ese símbolo representa, la libertad, la independencia y la congruencia con los principios que la llevaron a ser regidora. Claro, cuando en los partidos se acomodan para mantener el poder a conveniencia, resulta hasta raro que alguien se mantenga congruente, leal y honesta. Esperan que “chapulinee”. La línea de comunicación es que la corten de las fotos. Desentona el color fosfo en la comunicación del Presidente. Y desentona su comportamiento en el cabildo cuando esperan sumisión y encuentran argumentos.
Desde la toma de protesta, como ex candidato independiente, no había emitido ningún comentario público.
En alguna ocasión recibí un mensaje insinuando que estaba criticando al ayuntamiento a través de un seudónimo por redes sociales. Mi respuesta directa al Presidente intentó ser clara: “no necesito ocultarme, cuando tenga que decir algo lo voy a hacer de frente, no requiero intermediarios”.
Muchas acciones del ayuntamiento me han parecido inadecuadas. Iniciando propusieron una contralora sin experiencia. Votamos en contra. Hasta la fecha no hay un titular aprobado por el cabildo. Han removido a no sé cuántos secretarios y funcionarios de primer nivel, y los han sustituido por perfiles a veces menos capaces, pero leales al presidente. Así no hay forma de tener resultados dignos del municipio. Me recuerda el 10 % competentes de López Obrador que tanto daño nos está causando al país. El Plan municipal resultó ser un “copy paste” del de Puebla. Menuda vergüenza. Y así podría compartir muchos ejemplos más que sabemos suceden, que los medios a veces consignan, pero que los ciudadanos sólo llegamos a leer en redes sociales y quizá hacer un comentario de sobremesa. El chisme siempre nos ha fascinado, pero actuar requiere más energía y compromiso.
Hace algunos días, un mensaje en twitter llamó mi atención.
El Presidente había inaugurado un “reductor de velocidad trapezoidal” y develado una placa. ¿Una placa por un tope? ¿Era broma? Busqué el video, primero me dio risa, después monté en cólera. ¿Qué tan poca relevancia da Edmundo al ayuntamiento donde un “tope” merezca que le hagan un evento y develen una placa?, pensaba. ¡Mañana va a poner una placa por cada foco que cambien, que poco respeto, que poca visión, que poco valemos… un tope!. Pero más que enojarme con él, por algo tan banal y equivocado (a mi juicio por supuesto), me enojé conmigo. ¿Cómo es posible que hayas querido ser Presidente, veas todos los errores, abusos, manejos inadecuados – como los ejemplos que puse – y los dejes pasar sin señalarlos convirtiéndote en cómplice? ¿Dónde quedó el cambiar la forma de hacer las cosas que pregonabas en campaña? ¿Por qué te mantienes al margen cuando un tope tiene una inversión mayor que la destinada a arreglar todas las casas de salud del municipio porque dizque no hay presupuesto en los 800 millones anuales? ¿Por qué dejas pasar las adjudicaciones directas de 10 millones de pesos para difundir los “grandes logros” de Edmundo, o el viaje a Europa con cargo al ayuntamiento? ¿Qué hay del privilegio otorgado a Karina para dejar en el olvido todas las irregularidades que hubo en su gestión?
El tope fue un parteaguas. Edmundo tendrá que cumplir con su plan de gobierno, con sus promesas de campaña, con sus compromisos de partido, con sus huestes y por supuesto con la ley. Para eso le pagamos, para eso lo eligieron quienes votaron por él, para eso “armó un pancho” cuando el comité ejecutivo del PAN nombró a Raymundo Cuautli, y para eso tomó protesta.
A todos nos corresponde exigir un gobierno de altura.
Voltear la cara nos convierte en cómplices de la incompetencia y la mediocridad, de la transa, del abuso. De frente y sin intermediarios. A colación la famosa frase de Martín Luther King: No me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos. Y tú, ¿qué estás haciendo?